El hombre siempre está buscando realizar hazañas. Algo que ponga a prueba su valor. Por ello existen ciertas actividades como lanzarse en paracaídas o hacer parapentismo. Es frecuente escuchar por la televisión que algunas personas se van 20 días a la selva, desnudas, a demostrar habilidades de supervivencia. De todas las hazañas, la mas peligrosa es sin duda, subir al monte Everest; tanto así que cuando un alpinista llega a la cima y logra bajar con vida de ella, es considerado un héroe en su país. Algunos no han corrido con suerte, como en la tragedia del 10 de mayo de 1996, en donde un grupo de 8 alpinistas que lograron alcanzar la cima, perdieron la vida en el descenso.
Sin embargo, al cumplir una hazaña, el ser humano siente bienestar por haber logrado lo propuesto; por haber puesto a prueba el valor y las habilidades.
A propósito de hazañas, cierto día, mientras caminaba con mi esposo, cerca de la iglesia del barrio en el que vivo, vimos a un joven sentado en el andén vendiendo unos anillos elaborados en piedra y unas fotos. Al lado tenía parqueada una bicicleta que llevaba un letrero cuya inscripción era «A Mexico en bicicleta». Pasamos por su lado mirando de reojo y luego de regreso decidimos acercarnos a investigar.
Se trataba de Matias Amaya, un joven argentino de aproximadamente 32 años de edad, que desde hace 3 años viene recorriendo América. Inicialmente lo hacía en bus, pero luego comenzó a usar la bicicleta ya que según él, este medio es mas económico y mucho mas divertido porque así, tiene la posibilidad de hacer paradas en los sitios mas atractivos y gastar menos dinero.
La iniciativa de Matias comenzó tras un suceso de su vida que lo puso en jaque y a replantear el camino que debía tomar. Quería encontrar un sentido de vida y aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida. Entonces con la bendición de sus padres, se fué unos días a la montañas donde estuvo sumergido en la naturaleza y luego decidió iniciar su camino por América.
En su colección de fotos,habían de lugares como los Andes chilenos, el desierto de la Tatacoa en Colombia, el volcán Tungurahua en Ecuador, pero una de las mas interesantes era la de una tribu indígena en pleno corazón del amazonas, no contactados, completamente desnudos, de una cultura muy cerrada, con los que estuvo conviviendo unos meses. Matias, cuenta que al principio los indígenas no lo aceptaban en el grupo, pero luego tomaron confianza y hasta le dejaron tomar unas fotos, imagino que después de varios días de negociación.
Matias Amaya. Volcán Tungurahua. Ecuador |
La cámara fotográfica, una carpa y la biscicleta, han sido la compañía diaria de Matías, quien ya lleva tres años recorriendo América. Le gustaría en algún momento asentarse y tener una familia.
Por el momento, se siente agradecido por tener aire en su pulmones y piernas para pedalear.
Así como Matías hay otros que pedalean las correteras, conociendo hasta el último rincón del planeta, sumergiendose en otras formas de vivir, disfrutando de la diversidad humana y contemplando las maravillas de Dios.
Bisous!
Adri Marti
Fotografía: Matías Amaya